miércoles, 28 de noviembre de 2007

Chapas y pintura



Necesito encontrar un buen chapista de motos en la ciudad de Montevideo. Tengo cuatro motos para restaurar y nadie que quiera ocuparse de este trabajo. Es insólito lo que me ha sucedido al respecto.
Al primero que le fui a preguntar si podía hacer el trabajo me recibió muy contento, y seguro de sí mismo me contó que había terminado una Lambretta (sí, una Lambretta!) el mes pasado y que le había quedado increíble. Asi que conocía la moto perfectamente y sabía de qué le estaba hablando. Quedamos en que le llevara las chapas para hacerme un presupuesto y una estimación del tiempo que le insumiría la labor.
Así que la semana siguiente, me hice un tiempo en la mañana para cargar dos motos completamente desarmadas en la camioneta, y llevarlas hasta el taller de este buen señor chapista. Llegué con Alvaro, dueño de una de estas motos, descargamos la camioneta, acomodamos las piezas en el taller, les hicimos unas fotos para registrar el proceso de restauración y partimos de regreso a casa dejando en manos de los muchachos chapistas nuestro tesoro. Todo iba perfectamente. Al llegar a casa, ducha, cambio de ropa y a trabajar!
La semana siguiente voy de nuevo al taller, a conocer el presupuesto y saber cuándo estarían prontas para comenzar a rearmar. Pues sorprendentemente, me dice este señor –con el mismo gesto con que me había dicho saber de qué estábamos hablando y con la misma cara de plenitud con la que recibió las dos motos con todas sus piezas en cajones– que era mucho el trabajo, que no tenía tiempo de hacerlo, que ni siquiera había querido presupuestar porque él consideraba que no íbamos a querer pagar el trabajo. Bueno, está bien, me dije. Y regresé un par de días después a retirar las dos motos y todas sus piezas en cajas nuevamente. Igual fasciné con la situación de que un chapista no quiera presupuestar siquiera un trabajo de chapista. Alucinaciones uruguayas...
Emprendí nuevamente la búsqueda de chapista. Recurrí esta vez al que había reparado con buena mano la camioneta un par de años atrás. Lo mismo esta vez. Primero la consulta, y que sí, que traemelas y te presupuesto y patatín y patatán. A cargar las dos motos y todas sus chapas en cajones en la camioneta y partir raudo y feliz rumbo al taller. Llego al taller. "Pero no, no me las dejes ahora, solo quería verlas" –total, cargar y descargar dos Lambrettas con todas sus piezas en cajas no es ningún trabajo, por favor– "llevalas y me las traes en quince días... pero esto es mucho trabajo, hay que despintar todo, enderezar chapas, poner masilla, lijar, después pintar... no sé si vas a querer pagar por el trabajo..."
Ahí quedé realmente desconcertado. Miré a mi alrededor, por las dudas de que hubiera equivocado la dirección, el establecimiento... pero no. Aparentemente estaba en el lugar correcto, al menos así parecía por los coches con abollones, torceduras, paragolpes colgando y varios chapistas haciendo su trabajo... de chapista...
Por la respuesta de Juan, parecía que hubiera ido a una panadería a comprar tornillos de vuelta y media...
Asi que, de nuevo para casa, aunque esta vez logré irme con una idea aproximada de costo –por otra parte bastante cercana a lo que yo había imaginado– pero sin la voluntad expresa de este buen señor Juan chapista, de hacer el trabajo, de chapista. La cosa es que después de idas y venidas, síes y noes, le retiré mi confianza, temeroso de ver enmohecerse los cuadros de las Lambrettas en el taller, sin que nadie tenga tiempo allí de ocuparse del trabajo que les llevé.
Por eso, me hallo a la búsqueda de un buen chapista que quiera tomar este trabajo. Incluso, cosa que parece sorprender a los del ramo, pienso pagar por ello!

lunes, 12 de noviembre de 2007

Dragones



Hace un tiempo, en un megaproyecto en que estuve trabajando, se me presentaron en diversas oportunidades tan tremendos escollos en el camino, que hicieron tambalear el final feliz que todos buscábamos en aquella aventura.
En esta nueva empresa de restauración de motonetas de los sesenta del siglo pasado, también se aparecen escollos de aquel tipo, que con el tiempo descubrí que no son una novedad en ningún propósito importante que alguien decida llevar adelante. Han sido definidas una por una estas piedras en el camino, como los 10 Dragones que intentarán evitar el buen suceso de cualquier emprendimiento medianamente trascendente. Dragones contra los que –como San Jorge– hay que enfrentar hasta vencer, si uno quiere continuar por el camino emprendido. Por eso el logo de este Club Scooterista Sant Jordi viene como anillo al dedo en estos dias.
Montaremos briosos corceles –algo destartalados– y la emprenderemos nuevamente en pos de relucientes Lambrettas en el horizonte! He dicho.