Hoy comenzamos la restauración de las Lambrettas, rumbo al verano caliente con el mar a la derecha, rumbo al este...
Suena, je, puede ser Evaristo, je, je, en el iPod. Detrás vienen Nacho y Patricia, Alvaro y alguien con él y al fondo sin parar de disfrutar la vista del océano y perdiendo por ello de vez en cuando levemente el equilibrio, Gabriel, que viene sólo. Renée me abraza de atrás. Es una tarde de diciembre. Vamos a ver hasta dónde dan las Lambys. Vamos pasando Playa Verde, y decidimos bajar hasta la costa para endulzar el alma con la brisa marina.
Las motos que montamos son un clásico del scooterismo moderno. Todas Lambrettas. La que va en punta, celeste y blanco con saetas cromadas en los paneles laterales, pequeñas como de un Cadillac. Hereda esto de los tremendos automóviles americanos de 1950. Termina en una pequeña cola de pez, cromada y con la lámpara roja sobre la matrícula blanco y negro de Montevideo. Es de la serie 3, heredera de una las que antecede en la caravana. La TV175 serie 2 de Alvaro Kemper. Celeste y crema.
Esta es la que empezamos a desarmar hoy camino del taller de chapa y pintura. Arenado completo, algunas correcciones de línea, capa de protección contra el óxido, y varias manos de pintura imitando la original. El acabado es como de heladera de aquella época. Pero está reluciente. Los cromados, algo más abundantes que en la anterior, relucen bajo el sol de la carretera. Nos acercamos a Piriápolis. ¿LLegaremos hasta Punta del Este? Gabriel prometió que invita el almuerzo en el mejor lugar donde comer buen pescado. Renée sugirió conocer El Palenque de allá. Vamos a ver. Seguramente hagamos ambas cosas. Siempre que las chicas resistan el desablande.
1 comentario:
Pertenecer a un colectivo te obliga, ¨buenamente",a cumplir con las promesas y los sueños!
Re
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